martes, 28 de abril de 2020

RADIOGRAFÍA DE UNA PANDEMIA

Uno defendió la libertad, sobre todo la de los demás, porque estaba loco,
el otro; el mejor gobernador, estaba gordo porque era feliz.
Mis héroes.

Tengo un recuerdo  de “tele” en blanco y negro con interferencias incluidas, de aquellos partidos de futbol en plan benéfico-festivos unos, o como hermanamiento otros,(esto último tómenlo con ironía); en los que se enfrentaban siempre de cara a la galería: Futbolistas contra toreros, folklóricas contra finolis, guardia civiles contra gitanos, funcionarios de prisiones contra internos, este encuentro último, celebrado dentro del recinto donde como sentencia el dicho, “ lugar donde ni están todos los que son; ni son todos los que están  etc. Ese día, parecíame la noche de San Juan que escuchaba yo de joven al gran Serrat.
Hoy el noble y el villano,
El prohombre y el gusano
Bailan y se dan la mano
Sin importarles la facha.

Esta epidemia me hizo en principio, al ver alguna de las imágenes que la televisión, (ahora ya en color) nos suministraba, recordar aquellos encuentros futboleros. La Guardia Civil en principio casi a cara descubierta, (pues han estado sin protección,  hoy llevan ya ni se sabe los fallecidos mas cientos de contagiados y además degradando su imagen por culpa de esta epidemia de gobierno), animando y haciendo lo posible para que los transportistas lleguen a la hora  a su destino y estén todos los productos  repuestos en las estanterías antes de abrir  las tiendas. Los policías municipales colaborando con los trabajadores de reparto, pues saben que hoy gran parte de las compras se hacen online; el seprona sin poner pegas y multas a los agricultores que siembran patatas  y en ratos libres desinfectan los pueblos; Todo sea porque no falte para llenar la panza. Los “cagaprisas”, que hasta ayer protestaban por estar una hora de espera en las urgencias médicas porque les había salido un padrastro en un dedo, hoy les aplauden a las 20 o´clock, una hora mas tarde en Canarias. En el IFEMA, cientos de autónomos de la fontanería y la electricidad  que no van a tener para pagar la cuota de la seguridad social este mes, ayudando al ejercito en la creación de un hospital en cuatro días. Los taxistas llevando gratis si lo necesitan, a los trabajadores de la sanidad etc.
Pero no lo duden, esto por desgracia será pasajero como sentenciaba la canción. Y cuando toda esta “fiesta” pase; no lo digo yo, lo cantaba el gran Serrat:
Y con la resaca a cuestas
Vuelve el pobre a su pobreza,
Vuelve el rico a su riqueza
Y el señor cura a sus misas.

Se despertó el bien y el mal
La pobre vuelve al portal,
La rica vuelve al rosal,
Y el avaro a las divisas.

Así, ya casi pasada la cuarentena, los trabajadores, imprescindibles todos, agricultores y ganaderos, transportistas y repartidores de paquetería, las sufridas empleadas de los supermercados, taxistas, fontaneros, médicos, enfermeros, etc. etc. Atendiendo a la sentencia de que; “en España ninguna buena acción queda sin su justo castigo”; vuelven a su estado anterior de sospecha: De aparcar o circular mal unos, de sulfatar mal otros. Las fuerzas del orden continuando en, lo importante es facturar, es la orden, (pero esto es un bulo), y olvidar que hace dos días estábamos todos en el mismo bando. A protestar  al taxista porque me parece que: “Ha dado ya tres vueltas por el mismo sitio; que me da que este edificio lo he visto ya dos veces”. Hacienda retomará la persecución al autónomo por no perder la costumbre. Volveremos al: “Que si este médico no sé cómo me ha curado, si ni siquiera me ha mirado. A las enfermeras y auxiliares: con, “porque hace 2 segundos que toqué el timbre de la habitación, y llevo esperando ya  2 minutos y no vienen”; previo al: No te arrimes mucho, no me “pegues” algo cuando vuelvas a casa.
Por tanto, pediría a todos, que cada vez que llegue el caso de tenernos que juzgar cualquier actuación  de ahora en adelante, acordémonos  de aquellos primeros momentos. Ya se encargará el poder de  meternos en la cabeza que seguimos siendo enemigos. Qué bien nos vendrían ahora a cada uno de nosotros, las palabras que le gritaba el pueblo burgalés al campeador, y que el cantar de mío Cid recoge: “Dios qué buen vasallo si oviesse buen señore.   Amén.

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