Membrillo en el margen de una viña (Masueco de la Ribera)
Este si da membrillos
Sucedió que un día, el cura párroco
de un pueblo de lo que en otra era se llamó la Ribera del Duero salmantina,
observó que la imagen del Santo Cristo de una de las ermitas sufría el ataque despiadado de una plaga de
termitas. Viendo lo irreparable del tema, se acercó hasta el taller de un
carpintero artesano que en el lugar había. Acordaron fabricar una nueva talla
pues la anterior había de darla por perdida.
El artista tallador recordó que en
medio de uno de los huertos de su propiedad, había un largo membrillo que no
hacía nada más que estorbar, y que para lo único que servía era para dar sombra.
Pensó que tal vez aquél estorbo podría
servirle para poco más que para aprovechar su madera. Se puso manos a la obra,
y en breve tiempo ya tenía una talla idéntica a la original. Tras ser bendecida
por el sacerdote en la intimidad, para no quitar prestigio al Santo Cristo pues
el anterior tenía fama de milagrero, continuaron las visitas.
Cierto día el artista carpintero
pasó por la ermita para ver la terminación de su obra; de paso comprobó, que la
fe no había hecho mella en aquellas piadosas gentes. Este se acercó a una de
las señoras que estaba plegaria tras plegaria casi cansando al crucificado, y le
preguntó, si después de tantas peticiones alguna vez le había maravillado; esta
le contestó que no, que nunca le había obrado ningún milagro pero que seguiría
esperando. Al observar la mujer la poca fe que tenía el carpintero en el Santo,
esta le preguntó si él no le iba a pedir nada, a lo que el carpintero le
contestó: Señora, lo conozco desde pequeño; “esto” desde siempre fue un membrillo
que lo único que hizo fue estorbar y dar sombra.
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