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Aparte de los ya conocidos personajes que llenaron por vía de las armas o de las letras de gloria a Masueco de la Ribera, y que casi todos conocemos; existen otros, que quizás no pasen nunca a los libros de historia, y no por ello, se pueda decir que engrandecieran menos el pueblo.
Este es el espacio para rendir homenaje a los que fueron capaces de sacar doce hijos adelante a base de zacho, marra y dolor de rienga, trabajando a esgancha de sol a sol. A los que partían de casa una mañana cargados de vino, cordelerías varias, cueros manufacturados o no, y hacían su camino de Santiago particular con su caballería, para poderlos vender, sobretodo en el norte, donde la climatología no permitía elaborar buen vino.
A los que arrancando casi a mordiscos el granito de los pedregales, consiguieron levantar esos paredones del que tanto se pavonean nuestros mandatarios turísticos.
Que construyeron su casa, su corral para el ganado, etc. A la par de atender huertos y demás haciendas.
A los que eran capaces de hacer unas alpargatas con un neumático, un embudo con una lata de sardinas, (reciclado necesario), un banasto urdiendo juncos del río, tinajas y cántaras modelando el barro con sus manos, en fin, honor a esos ilustres anónimos.
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