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No siempre estuvo asociado San Martín a algo positivo como la matanza del cerdo. Esta fecha marcaba el pago de uno de los tributos que pecheros que trabajaban tierras que no eran de su propiedad tenían que pagar llegada esta fecha: Las martiniegas.
De desgracias prefiero no hablar, mas si del cerdo, salvaje o no. Ese tótem símbolo de virilidad que los antepasados de esta zona de frontera esculpieron en granito a uno y otro lado del Duero.
El que apareció en Masueco, descansa hasta ahora olvidado de todos en el museo provincial de Salamanca.
De los salvajes comestibles, aun hoy es posible disfrutar de un sabroso plato en las vecinas tierras trasmontanas. (En el restaurante el Lagar de Torre de Moncorvo divino, y mas si te invitan los amigos). Obligatorio con vino.
El domesticado sin embargo, todavía llena las despensas de algunas casas arribeñas y con ello la alegría de sus bodegas.
Acompañaba también la matanza del cerdo, un sin fin de costumbres, como los rituales de la hoguera, el convite de perrunillas y aguardiente, la construcción casera de zambombas de cara a la navidad, el ofrecimiento de probaduras a familiares y amigos etc.
Esto último dio lugar sin embargo en el vecino Portugal para evitar el gorroneo, el dicho:
Por San Martinho ve a la bodega, prueba el vino, mata el cochino, y ponte a mal con tu vecino.
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Delfi. Jalar, jalar luego la siesta echar. Mira que el galeno dice que del porco todo es malo o pésimo,para el reuma, el colesterol, los triglecéridos y otros males, pero es tan rico, que ni el Arguiñano lo hace mejor
ResponderEliminarComamos porco y echemos un coleto de vino de Arribes si se puede y sino también