lunes, 14 de septiembre de 2020

ME DICEN RADICAL (El pulpo no fue declarado animal de compañía por asentimiento, sino por chantaje)


                         Manuel Martín Pérez (Encinasola, Salamanca)

Hay dos palabras que no trago en el estado actual de las cosas: Legalidad y consenso, (vulgo chantaje).

Cuando Dios cinceló los mandamientos a prueba de “Tipex”, no lo hizo con aprobación de nadie; vio que era bueno y basta. A muchos pueblos les lleva funcionando miles de años y nadie lo ha superado. Cuando el hombre no los cumple, no comete una ilegalidad, simplemente se condena.

Me dicen radical cuando argumento que la mayoría de las leyes y normas actuales están aprobadas por consenso, razón porque a la mayoría de la gente le supone una garantía de sabiduría; para mí, nada más lejos. El incumplimiento de alguna de estas leyes no quiere decir necesariamente que hayas hecho algo malo, ni para los demás humanos ni para la naturaleza, sino que has cometido una ilegalidad. Los legisladores debieran de hacer como hace la RAE. Si a la oropéndola los portugueses llevan mucho tiempo llamándola  papafigos”, y estos tirándole cantazos porque se hartan de ellos; simplemente esa palabra pasa al diccionario; (la ley de las palabras). De otro modo: Pasar los dichos y buenas costumbres a lo largo de los tiempos a rango de ley.

En cuestión de leyes impositivas, (aprobadas por consenso), pagas impuesto cuando lo ganas por trabajar, llevándose con ello un poco de tu sudor.  Cuando mueres, (también por consenso), el heredero universal, sea autonomía o estado, se lleva junto a tus parientes un porcentaje de ceniza a nivel de sobrino, además de tener que pagar tú el fuego.

Pues sí, estoy en contra del “consenso”, (chantaje). Nacionalidades, autonomías, conciertos económicos, leyes de igualdad, ¿igualdad de qué?, de violencia de género basada en la desigualdad, ¿comisión de la verdad? ¿De memoria histórica?, ¿de qué?; en mi vida he oído decir que la historia se escribiera por consenso. La historia lo es, o no lo es. Y si hay dos partes con perspectivas o vistas diferentes sobre un hecho, bien por conocimiento, bien por interés, cada uno escribe su leyenda; pero si se escribe por consenso, que quiten lo de historia. Si al presidente (por chantaje), le da pena que un colaborador de un grupo terrorista decida suicidarse en la cárcel; a mí, (persona radical), me da más pena que al desconocido Miguel Ángel Blanco no le permitieran decidir como quería morir.

Manuel Martín Pérez, por ejemplo, natural de Encinasola, (Salamanca); murió fusilado junto a otros compañeros salesianos en Paracuellos del Jarama en noviembre de 1936 a los 32 años de edad. Quizás la ley de memoria histórica nos aclare que no fue en contra de su voluntad.

Ahora viene el “pecar” de pensamiento. Andan tramando que sea punible como comienzo de una violación la mirada “lasciva y lujuriosa”, de ahí, a que ojear un libro por ellos no aprobado sea delito quedan dos telediarios como dicen ahora, y siempre que no hagan una pira con ellos que es en lo que tienen experiencia. (Partido nacional-socialista alemán 1933; España 1931-1934-1936).

Por traer un ejemplo, en la peña de Masueco a la que pertenezco, aparecen colgados dos grandes poster que se colocaron en una baranda hace tiempo y que representan a dos personajes muy diferentes de la historia. Uno cantaba como los ángeles, y por ser malo solo  para él, Dios se lo llevó hace tiempo con su cazalla y su tabaco. El otro,  adorado asesino por muchos jóvenes y algunos no tan jóvenes, Dios no se lo llevó, tuvo la suerte de encontrar la muerte joven, pero matando, que según carteaba a sus padres, era lo que a él más le gustaba. El primero era Camarón y el segundo el Che. (Se admiten insultos, e incluso me pueden llamar radical).

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